“El contexto del año 1973 puede resumirse en los siguientes términos: el país se enfrentaba a una impresionante expansión demográfica. El proceso avanzado de democratización del sistema escolar había creado una demanda alta por cupos que la Universidad de Costa Rica no pudo o no quiso atender. Las nuevas necesidades de capacitación y profesionalización que abrumaba al sistema comenzaron a ser cubiertas parcialmente por el INA y la Normal Superior, pero había un movimiento estudiantil fuerte, activo, demandando mayores oportunidades de estudios universitarios”.
Así describió Quince Duncan Moodie, Profesor Emérito de la Universidad Nacional (UNA), el contexto del país antes de la creación de esta casa de enseñanza en su conferencia magistral 50 años de la Universidad Nacional: siempre necesaria, impartida el pasado 15 de febrero, en el auditorio Cora Ferro.
“La UNA, entonces, nace en conflicto. Por una parte, definía su misión de ofrecer una educación integral, que fomentara el cultivo, desarrollo y extensión de la cultura y la ciencia y estimulara la investigación sobre los problemas básicos de la sociedad, con lo cual responder a la presión social; pero para otro sector, se trataba de una universidad que se alejara de los peligros de la contaminación de un denunciado activismo dogmático de la izquierda”.
Quince narró cómo el rector Benjamín Núñez, seguidor de Darcy Ribeiro, hizo su propuesta de Universidad Necesaria. Para él, la Universidad necesariamente debe definir a qué intereses sociales concretos va a servir. Esta definición deberá ser explícita, entre la conservación del status quo y la renovación social. En concreto, la universidad tiene que decidir si va a “Reproducir simplemente un modelo de organización de la sociedad o bien generar otro nuevo”, transformadora del existente”.
A través de su intervención, Quince relató las luchas y aciertos de 50 años de historia, para concluir dijo: “han regresado los ataques. El más audaz de todos es el actual esfuerzo del gobierno, por eliminar la autonomía universitaria y poner en las manos arbitrarias de los gobernantes de turno, los programas y los proyectos de las universidades nacionales. Una propuesta de tal gravedad es insólita en la historia de Costa Rica. Desarticular el sistema universitario del que tanto nos enorgullecemos, solo es concebible en una dictadura. La propuesta es populista, preparando el terreno para la muerte de la luz.