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Criterios


Educación y cultura fiscal: ciudadanía crítica para una Costa Rica más justa

*Jorge Gerardo Montoya Jiménez

En mis años de ejercicio como profesional contable y ahora como académico universitario, he visto cómo ha cambiado la relación de los ciudadanos con los impuestos. Muchas veces hemos escuchado que hablar de impuestos en Costa Rica no es sencillo. Todavía pesan los estigmas de que “se paga mucho” o que “la plata se desperdicia”. Pero también, en lo personal, he sido testigo que, cuando se explica con ejemplos concretos cómo esos recursos sostienen las becas de estudiantes, los hospitales, la educación básica, los comedores escolares o las carreteras, la gente suele replantearse su percepción.

La institucionalidad costarricense ha tenido altibajos, pero sigue siendo un pilar que nos distingue en la región. Esa institucionalidad depende de recursos frescos, y esos recursos provienen de los impuestos que pagamos todos, desde la persona que vende periódicos en una esquina hasta la gran empresa exportadora. Sin embargo, el compromiso tributario no se da de manera automática. Se debe formar, cultivar, explicar con paciencia y demostrar con hechos que vale la pena cumplir.

Recientemente, en el Museo de Jade se celebró el inicio de la Semana de la Educación y Cultura Tributaria junto con el Ministerio de Hacienda y diversas universidades, donde una vez más se promueve el cambio a la plataforma Tribu-CR. Estos espacios son valiosos porque nos recuerdan que la tributación no es un asunto exclusivo de abogados, contadores, médicos o funcionarios públicos, sino que es un tema que toca la vida diaria del ciudadano; por ejemplo: un recibo de supermercado, la factura electrónica de un mecánico o la declaración del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Estos, son pequeños actos que sostienen un sistema más grande dentro del contexto de la ciudadanía.

Desde el punto de vista contable, cumplir con los tributos es mucho más que evitar sanciones. Significa trabajar con transparencia, formalidad y equidad. Recuerdo a varios pequeños empresarios con los que trabajé, y al inicio desconfiaban de formalizarse porque pensaban que “la Caja y Hacienda se llevan todo”. Después de ordenar sus cuentas, lograron abrir líneas de crédito en bancos, acceder a programas de apoyo y hasta participar en licitaciones públicas. Vivieron un cambio que no solo fue financiero, sino que también comenzaron a valorar diferente su negocio.

Aún se mantiene una visión negativa sobre el pago de impuestos. Es común escuchar que  “nadie controla el gasto”, además, del ruido que generan realidades como los casos de corrupción y el mal uso de fondos públicos, que alimentan aún más esa desconfianza. 

Pero reducir todo el debate a esa queja sería una visión incompleta. Un ejemplo es la factura electrónica, que se ha convertido en una herramienta poderosa para combatir la evasión y mejorar la trazabilidad de las transacciones. No hace menos de una década hablar de control fiscal en tiempo real parecía una utopía; hoy ya es parte (no completada aún) de esa práctica diaria de cualquier negocio.

Sin embargo, la elusión y la evasión fiscal todavía se perciben en algunos sectores como una “viveza”, esa cultura de la picardía que ha hecho mucho daño, mientras vemos cómo los que cumplen cargan con el peso de otros que evaden. 

El contador no es solo un técnico que llena formularios o que mediante “matráfulas” contables busca satisfacer la sed implacable de la avaricia ante la falta del pago justo de los impuestos, sino un profesional que puede marcar la diferencia en la ética empresarial. He visto jóvenes que, luego de cursos de contabilidad con temas de cultura tributaria, entienden que rechazar una factura falsa o convencer a un emprendedor de declarar correctamente es un acto de responsabilidad social.

Como consumidores, exigir la factura es una manera de participar en la fiscalización ciudadana. Como productores, declarar los ingresos de manera íntegra fortalece la estabilidad de sus comunidades y del país. Entonces, educar en cultura tributaria no debe ser tarea exclusiva de Hacienda ni de los contadores, requiere también de la colaboración de docentes de primaria, secundaria y universitaria; además, comunicadores, líderes comunales y hasta de las familias, o sea, de todos y todas.

La Costa Rica que aspiramos construir no se sostiene desde la evasión ni desde la indiferencia. Se sostiene con responsabilidad compartida, con un sentido de pertenencia hacia lo público y con ciudadanos que entienden que pagar impuestos no es botar la plata, sino que se invierte en salud, educación, seguridad, infraestructura vial, y para hacer mayor conciencia aún, en la beca que mantiene a un niño o niña en la escuela y/o colegio, así como a jóvenes en la universidad. Como contadores, nuestro deber es predicar con el ejemplo: cumplir, asesorar con honestidad y defender buenas prácticas, y como académicos, nos corresponde transmitir el conocimiento con claridad y prontitud para el servicio y no para servirse.

La cultura fiscal crítica no significa aceptar todo lo que venga desde arriba sin cuestionarlo. Significa exigir transparencia en el gasto, apoyar la rendición de cuentas y, al mismo tiempo, reconocer nuestro deber de contribuir. Esa doble vía, entre el derecho y el deber, es la que fortalece la cohesión social. Si queremos un país más justo, debemos dejar atrás la visión individualista y entender que cada factura, cada declaración y cada contribución nos acerca, poco a poco, a una Costa Rica más equitativa y solidaria.

En esa línea, el Ministerio de Hacienda ha marcado el 6 de octubre del presente año como una fecha de gran relevancia en la forma de gestionar los servicios y cumplir las responsabilidades tributarias de manera más simple, segura y cercana, al centralizar dicha gestión en el nuevo sistema tributario costarricense denominado Tribu-CR, el cual busca facilitar el cumplimiento tributario, reducir la evasión y modernizar la atención al contribuyente.

En la Escuela de Administración de la Universidad Nacional, creyentes del menester social de una ciudadanía crítica para una Costa Rica más justa, se une a contribuir al proceso de educación y cultura fiscal, mediante la creación del Núcleo de Asistencia Fiscal (NAF). Con esta actividad académica de extensión (Conexión Tributaria-EDA) estudiantes y profesores brindarán servicios en la asesoría y capacitación en gestión tributaria al ciudadano, al micro, pequeño y mediano empresario, participando con atención presencial y virtual, con charlas y con asesoría experta y profesional.

El Núcleo de Asistencia Fiscal EDA-UNA se encuentra ubicado en el Campus Benjamín Nuñez, en Lagunilla, Barreal de Heredia, en el Edificio de Emprendimiento; puede contactarnos al correo electrónico Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.  con gusto le estaremos atendiendo.

* El autor es contador y académico de la Escuela de Administración de la Universidad Nacional (UNA), profesor responsable del Núcleo de Asistencia Fiscal -NAF-EDA-UNA.