El filósofo francés, Roland Barthes, nos enseñó a lo largo de sus trabajos que en literatura uno de los elementos más importantes reside en la proliferación de significados y, es justamente esto, lo que se logra con el libro “Territorios Eternos”, recientemente publicado (2025), con motivo del bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya. La obra nos ofrece la experiencia de una polifonía de voces poéticas que cuestionan el sentido de lo guanacasteco desde una pluralidad de visiones que no pueden ser soslayadas.
Dentro del contenido del libro, el texto no es un objeto cerrado sino un campo de significación en constante juego. En función de ello, este libro, que se presentó en la Fiesta Nacional de la Lectura, rompe con la visión monolítica de la identidad de esta provincia. Las y los sesentaitrés poetas que la integran no aparecen en el libro para repetir costumbres fosilizadas, ni folclorismos de postal; sino que, nos muestran las diversas formas de habitar y problematizar sus “territorios” desde la experiencia, la contradicción, el deseo y la memoria.
La escritora liberiana, Zaskia Chévez, por ejemplo, en su texto, “La duquesa”, nos presenta un poema-espacio donde la mente es una torre y el dolor se recubre de colores, una imagen que Barthes identificaría con la textura simbólica del lenguaje que no representa una realidad objetiva, sino que la crea. Sheila Santana Mora, poeta de Cañas, en “Guana vibes”, entrelaza ironía y crítica social, cuando nos implica con el “clima áspero”, el “menú en inglés” y la “gringa en su lujosa mansión” que deshacen las postales turísticas para devolvernos una imagen desgarradora y auténtica del presente de la costa guanacasteca.
Cada poema es un “tejido de citas”, no de la literatura canónica sino de la vida cotidiana, de las formas de ser, hablar y soñar en el Guanacaste que recién celebra doscientos años de haberse unido a Costa Rica. En las palabras de Josué Pedro Torres, poeta liberiano, el soundtrack de la noche se convierte en reflejo de la ansiedad contemporánea. Keyler Morera, escritor nicoyano, en su “Retahíla Afroguanacasteca”, anuda oralidad, historia y descolonización para reescribir las genealogías posibles desde una voz afroguanacasteca. Detalle que en la literatura de esta provincia hasta ahora se empieza a visibilizar de manera directa y con fuerte sustento histórico.
El libro Territorios Eternos se articula en cuatro partes temáticas: identidades, utopías, raíces y reconocimientos. Esta organización resalta una intención crítico-literaria, que implica que lo guanacasteco no es una esencia fija sino una construcción simbólica que se reconfigura generacionalmente. En este universo de voces, el lenguaje se emancipa del autor-autoridad para devenir territorio de significaciones que deben ser leídas, no como un mensaje cerrado, sino como una danza de signos. La eternidad en este sentido radica en lo que se está construyendo, reconstruyendo.
Hay también, en esta obra, una multiplicidad de cuerpos y temporalidades, como, por ejemplo, el sabanero, la mujer negra, la joven migrante, el abuelo jubilado, la niña del colegio. Todos se textualizan en sus propios lenguajes, en sus propios ritmos. En esta línea de análisis, la poeta santacruceña, María Fernanda Morales, en el poema, “Reminiscencia”, nos habla desde una noche que cae como obsidiana y recorre las venas; en tanto que Jeremy Villalobos, autor del cantón de Hojancha, se pregunta si es poeta o solamente alguien que lucha, llevando el deseo de comunicar hasta los límites de su propia vulnerabilidad.
Barthes, también nos mostró, desde sus escritos, la estrecha relación del texto con el poder y el juego. En Territorios Eternos, el juego poético no es gratuito, es estético y político, un gesto de afirmación, pero también de reclamo. Las voces que aquí emergen no piden permiso ni esperan legitimación externa. Hablan. Se inscriben. Y al hacerlo, redibujan el mapa simbólico de esta provincia y, por supuesto, del país. Es así, como el escritor hojancheño, José Joaquín Morera, nos dice en el texto, “Antihéroe”, “Provengo de un bosque, donde los árboles me gritan, es culpable, es culpable y me hacen sentir fugitivo. Sé que nada debo, pero me avergüenzo.”
Lo regional, desde los territorios de estas voces, deja de ser local para convertirse en centro de una reconfiguración identitaria. La identidad ya no es una narrativa nacional impuesta desde el Valle Central, sino una multiplicidad de voces que disputan, nombran, reinventan. Es por ello que, Guadalupe Urbina, escritora y música de Sardinal de Carrillo, nos advierte en su poema, “Nostalgias” que, “Hay cosas que en la vida no se aprenden, se llega inevitablemente a ellas desde cualquier punto de partida, como los recuerdos.”
Y si el texto es un espacio de liberación del lenguaje, entonces esta antología, Territorios Eternos, es un grito colectivo que libera lo guanacasteco de los márgenes en que por tanto tiempo se le ha querido encerrar y nos deja los recovecos de una eternidad que está por hacerse cotidianamente.
Por: Dr. Daniel Matul Romero/ Docente e investigador
Sede Regional Chorotega-UNA
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